sábado, 13 de julio de 2013

Sobre la cola

La cola que se usa en luthería, y en la ebanistería y carpintería de calidad, está hecha a partir de proteínas extraídas de restos orgánicos (piel y huesos de animales, para ser exactos), y tiene la propiedad de hacer muy buenas, fuertes, elásticas y duraderas uniones. Si bien hoy en día disponemos en el mercado de colas sintéticas que gozan de características muy similares, y que por tanto también utilizamos en ciertas partes del instrumento, las colas orgánicas permiten deshacer las uniones con relativa facilidad (y subrayo lo de "relativa") agregando humedad, en cualquier momento del futuro, cualidad importantísima si se pretende que el instrumento (o mueble) en cuestión pueda someterse a restauraciones sin el riesgo de sufrir graves fracturas al intentar separar sus piezas encoladas. Por contra, esto hace a los instrumentos algo más delicados en su mantenimiento, al ser la humedad ambiental un factor que, en caso de ser extremadamente alta, puede hacer que determinadas piezas más expuestas se despeguen. Sin embargo, cuando pensamos en construir un nuevo instrumento, en luthería no rigen (aun) las leyes de “obsolescencia programada”, por lo que siempre pensamos que el instrumento que hoy entregamos a un cliente probablemente sirva a varias generaciones de músicos, dando servicio el mayor tiempo posible. Así que durante la construcción, los materiales y métodos se seleccionan pensando en este criterio de durabilidad, y aun cuando haga al instrumento precisar de alguna pequeña intervención ocasional de encolado si este se enfrenta a condiciones de alta humedad ambiental, a largo plazo el instrumento gozará de una mejor salud gracias al uso de estas colas de carácter reversible, toda vez que siempre que precise, al cabo de los años, de intervenciones importantes, el restaurador verá facilitada su labor.
De cualquier modo, este primer inconveniente que a priori presenta el uso de cola animal o cola orgánica, su sensibilidad a la humedad, no es tal si tenemos en cuenta que la propia madera de que están hechos los instrumentos es también muy sensible a la humedad, así que, independientemente de la cola que usemos, estos deberán protegerse bien ante exposiciones a un alto grado de humedad relativa del aire, y ante cambios repentinos de esta.
El segundo inconveniente al que nos enfrentamos con el uso de cola animal no repercute tanto en el instrumento en sí como en su uso por el luthier, y es que estas colas deben prepararse, a partir de gránulos, pastillas o polvo (según los fabricantes) sólidos, mezclándolos con cierta proporción (hasta el 50%) de agua, que se calienta, justo antes de usarse. El tarro en el que se prepara, de cerámica o cristal, debe sumergirse en un baño maría para que la cola se disuelva en el agua totalmente. Es importante no superar temperaturas en torno a los 60-70ºC, según el tipo de cola, para evitar que las proteínas que componen la cola se desnaturalicen y pierda sus propiedades adhesivas. Existen en el mercado varios modelos de baño especial para la cola, con una lamparilla de alcohol o una resistencia eléctrica para calentar y controlar la temperatura, pero son caros, y un luthier amigo me reveló un truco para preparar pequeñas cantidades como las que yo necesito: usar un barato pero eficaz calentador de biberones.
El de la imagen, el que yo uso heredado de mis sobrinas (gracias Ana y Paula), tiene un termostato que me permite alcanzar hasta 70ºC y mantener la temperatura estable, y yo le he incorporado un tarro de cristal grueso de conservas. No se si durará tanto como los "oficiales", pero de momento va para tres años funcionando perfectamente.
La cola así preparada tendrá una fluidez y consistencia parecida a la de la miel tibia, y debe distribuirse con mucha rapidez por la superficie a encolar. Las fijaciones que usemos para mantener la unión de las piezas durante el secado de la cola deben colocarse con precisión y rapidez, dado que al enfriar la cola pierde su fluidez, gelificando y solidificando en cuestión de segundos. La operación se dificulta aun más en los meses fríos del año, ya que la cola, apenas entra en contacto con la madera, empieza a enfriarse debido tanto a la temperatura ambiente como a la de la propia madera. Se hace imperativo pues, en esta situación, el uso de calefacción adecuada en el taller, e incluso echar mano, con mucha precaución, de un secador de pelo u otro método similar con el que calentar discretamente las piezas a unir, evitando así que el choque térmico entre la cola a unos 60ºC y la madera a temperatura ambiente haga que la primera endurezca antes de poder incluso colocar las piezas en su lugar. Todas estas complicaciones son el verdadero inconveniente del uso de la cola animal, y las que hacen que muchos artesanos se decanten por el uso de colas sintéticas en ciertas partes menos importantes de los instrumentos.
Con todo, yo suelo hacer un “ensayo” del encolado en seco, sin aplicar la cola, sobre todo al encolar la tapa de un instrumento, para asegurarme de que todos los gatos y fijaciones que usaré están a la medida adecuada y poder trabajar rápidamente en el encolado definitivo.
Si todo ha ido bien, las fijaciones podrán retirarse al cabo de unos 10-15 minutos, aunque las piezas encoladas no deberán someterse a tensiones en las siguientes 24 horas, así que es preferible dejar las fijaciones hasta pasado este tiempo. Después de esto las partes encoladas quedarán perfectamente adheridas, con la seguridad de que la unión será estable y duradera. En el futuro, el luthier que tenga que intervenir nuestro instrumento agradecerá las molestias tomadas, y el instrumento sufrirá menos daños en la intervención, alargando su vida.

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